Zapotlan el Grande

19.10.2012 00:33

Zapotlan el  grande es un municipio pequeño, con poco más de quinientos kilómetros cuadrados de superficie, situado al sur de Jalisco, en la región occidente de México. Su agradable clima lo debe a elementos naturales que embellecen sus alrededores: el cercano parque nacional Nevado de Colima, hacia el poniente, y su hermoso espejo de aguas dulces, donde conviven gran variedad de flora y fauna, hacia el norte.

 

El nombre de Zapotlan es una palabra de origen náhuatl que significa “lugar de frutos dulces y redondos”, como las chirimoyas, las guayabas, los tejocotes o los zapotes, que abundan mucho en la zona.

La cabecera de este municipio es Cuidad  Guzmán, localizada en el valle de Zapotlan, misma que fue fundada en la primera mitad del siglo XVI por el andariego fraile Juan de Padilla, de la venerable orden de San Francisco. Se ubica esta ciudad a mas de mil quinientos metros sobre el nivel del mar, teniendo como próximas las ciudad de Guadalajara, capital de Jalisco, y el puerto de Manzanillo, en el vecino estado de colima.

La población de Ciudad Guzmán alcanza los cien mil habitantes, convirtiéndose en el más importante centro urbano de la región. Su economía se basa en la agricultura, la ganadería, el comercio y la industria en pequeña escala. Sin embargo, el principal detonador de esta ciudad, sin duda, lo es el establecimiento de centros educativos, vocación que se ha visto acelerada en los últimos años. En la década de los sesenta, del pasado siglo, abre sus puertas el Centro Normal Regional, recibiéndose a gran número de alumnado de diversos puntos de la republica. Diez años más tarde se establece el Instituto Tecnológico de Guadalajara, la más antigua institución de instrucción publica en el estado.

Un vistazo por esta ciudad nos hace redescubrir su dimensión en el panorama político, social, comercial y cultural de México.

En el corazón de Ciudad Guzmán todavía se observa el templo católico de El Sagrario, iglesia mayor que regento en sus primeros años fray Juan de Padilla, cuando fundó el convento en 1535, con la ayuda moral y económica del primer virrey de la Nueva España, don Antonio de Mendoza. El Sagrario, que resguarda celosamente las reliquias de San Tranquilino Ubiarco, zapotlense mártir de la Guerra Cristera (1926 - 29), es considerado como una joya patrimonial de la ciudad; cuenta con una planta arquitectónica en forma de cruz griega y es de los escasos ejemplos que subsisten de corte herreriano, cuya inspiración es El Escorial, una de las construcciones más representativas de España.

Santa María de la Asunción de Zapotlan, nombre con el cual fundan la ciudad los españoles, inicialmente se encontraba dentro de los territorios comprendidos de la Nueva España, al mando de Hernán Cortes. Durante los trescientos años que México permaneció bajo el yugo de la corona española, poco o nada se desarrollo esta ciudad; es más, su escasa importancia era ocupada por los pueblos de Tamazula o Tuxpan.

A mediados del siglo XVIII, con velo de las sombras de la época, con la ignorancia, la superstición y el terror que provocaban los constantes temblores y erupciones volcánicas que azotaban a la población, nace una ardiente devoción religiosa, y la comunidad encomienda su desnuda y frágil humanidad a San José, proclamándolo como su santo protector y patrono, al que honran anualmente con solemnidad durante el mes de octubre. 

En torno a esta fiesta, las manifestaciones de carácter local nos hacen esperar. Una de las principales es la danza que llaman de los sonajeros, donde varios hombres visten una manta blanca y de chalecos multicolores, llevando en la mano un bastón con ruedas de latón que hacen sonar al compas de los monótonos pasos que siguen, según el ritmo de la música que les acompaña, a la que le llaman chirimía.

Otro de los atractivos es la procesión que se realiza por la tarde del 23 de octubre. En ella varias alegorías que representan artísticos cuadros bíblicos y que son transportadas por tractores, desfilan por las principales calles de la ciudad, entre las cuales van sonajeros. Al final de esta procesión un enorme trono, que es cargado por un numeroso grupo de hombres, lleva al santo patrono, al que aclaman con vivas y aplausos y una serie de cohetes que hacen estallar en las alturas. La fama de estas fiestas rebasa las fronteras políticas y geográficas del orbe gracias, en gran medida, a los hijos ausentes que se encuentran dispersos en otras latitudes y que, año con año, asisten con gran entusiasmo a las mismas.